domingo, 12 de septiembre de 2010

ORIGEN DE ALGUNOS "DICHOS" VENEZOLANOS

CULTURA POPULAR VENEZOLANA



Dame la colita. En las batallas que se libraban en laépoca de la independencia, no había suficientes caballos como para que todos los soldados montaran uno. Así que gran parte de los soldados,se veían en la necesidad de cubrir grandes distancias a pie. Por eso, cuando les tocaba subir una pendiente, le solicitaban al soldado que iba a caballo, mula o burro: Dame la colita, en otras palabras, dame permiso para agarrarme de la cola del animal para subir con menos esfuerzo la pendiente. Se quedó para siempre 'Dame una colita'.



Corotos. Antonio Guzmán Blanco, quien fue tres veces presidente de Venezuela tuvo una educación con fuerte influencia francesa, fue diplomático acreditado en ese país. En su estadía por el país europeo, su mujer se aficionó mucho por las pinturas del pintor francés, Jean Baptiste Corot, teniendo una respetable colección, de la cual no se separaba. Cuando vivían en Caracas, cada vez que se mudaban de casa, cosa que hicieron con mucha frecuencia, le indicaba a los empleados que embalaban los enseres: Tengan mucho cuidado con los 'Corots', es decir las pinturas. Los empleados fueron generalizando la orden convirtiendo en 'corotos' toda clase de cosas propias de una casa.



Macundales. Para abrir picas, en el proceso de exploración de la industria de los hidrocarburos en Venezuela, se utilizaron unos machetes ingleses de marca Mc Undale. Los trabajadores, le dieron el nombre de Macundales, cada día, a la hora de terminar la faena, decían: llegó la hora de recoger los Macundales (machetes) y así se ha quedado, hasta el día de hoy, recoger tus macundales significa recoge tus cosas y vete.



Échale pichón. En Venezuela, cuando se le pide un esfuerzo adicional a alguien para desarrollar alguna tarea que requiere algún esfuerzo se le dice 'échale pichón'. En la época en la que no había acueductos ni sistemas de distribución del agua, ésta se extraía con bombas manuales que tenían una palanca que decía: 'Push On'. La utilización y mala pronunciación de esta palabra para decir que pusieran a funcionar las bombas, derivó en pichón. Échale pichón era: Dale a la bomba.

¿No lo sabías verdad? ¡Todos los días se aprende algo nuevo...!

lunes, 6 de septiembre de 2010

Va de Boda, monólogo.

Héctor Estrada Parada. "veneco"

“¡Qué ladilla! Acabo de recibir una invitación de boda, ya me dirán si no es para estar inquieto. ¡Será posible! ¡Es que te queda la misma cara que cuando te llega una citación de tribunal! Tu mujer dice: ¡Ay, qué nota!, se casan Lorenzo y Pepita, ¡qué “náis”!… y tú: (¡’ñuélam…!)… Sí, sí, qué bonito es el amor.

¡Dale, a soltar plata! Porque hay que ver como se gasta en las bodas. Sobre todo las ajenas, porque en la tuya, gastaron los suegros: los tuyos y los de ella. Y hablando de gastar… las mujeres, que no sólo se disfrazan de paquete de caramelos, algunas hasta se ponen una fiambrera en la cabeza, que las ves y dices:

“¿Mami? ¿Eres tú o el soldado Ryan camuflado?”

Lo más raro es ese bolsito diminuto que llevan todas, ¡De pana, una almeja metálica! ¿Que llevan ahí?, una Always extrafina sin alas (claro, porque asomarían) una polvera y un lápiz labial.

Sí, es muy intenso eso de las bodas.

Una de las cosas que mas odio de las bodas son las esperas:

Te tiras media hora en la puerta de la iglesia con las manos llenas de arroz y sudando tanto, que cuando salen los novios, lo que les tiras es arroz a la cubana, nada más te faltan los huevos y las tajadas fritas de plátano maduro, pero con lo que te has gastado para asistir con tu mujer “de madrina”, tu hijo menor de “paje”, tu hija mayor de “dama de honor”… ¡un huevo!

Ahora, los peores son los carajitos, que tiran el arroz a la cara, ¡con una mala leche!:

“¡En el ojo, chamo, le pegaste en el ojo...!”.

Y el novio, ahí, aguantando, con cara de bolsa para las fotos.

¡Odio las bodas!

Yo, en la última ni conocía a la que se casaba y cuando fui a darle el beso de rigor, me tuve que presentar:

-Soy Víctor, el hijo de la tía Teresa, la que no se habla con el abuelo.

- Ah, encantada, gracias por venir, “primo”.

Y da igual, la novia no se entera realmente de quién eres, va como drogada, le podría haber dicho:

-¿Me prestas un par de kilitos para la inicial de un mercado de Quinta Crespo?

-Ah, encantada, gracias por venir, “primo”.

O bien:

-Soy el violador de Catuche, vengo a enseñarte el machete.

Ella hubiera dicho igualmente:

-Ah, encantada, gracias por venir, primo.

Lo que más odio de las bodas en el momento del traslado a la “recepción”.

Tu madre te endosa a tus tías, pero como tu carro es de dos puertas, las tienes que meter a empujones. El vestido se les sube a las caderas y van todo el camino enseñando la faja. Pero a ellas todo les hace gracia:

-Vitico, sube la ventanilla mi amor, ji, ji, ji, que me despeino, y sigue, sigue al tío Juan, que se sabe el camino, ji, ji, ji.

¡Ji,ji! ¡Vitico, fila de doce carros tocando la corneta! Y como el primero se pase un semáforo en rojo... ¡emergencia, emergencia! Todo el mundo sacando el Walkie-Talkie:

-Atención, hemos doblado a la izquierda, ¿ven al tío Juan?, ¡coñooo, nosotros estamos dando vueltas a la manzana!, ¡veeergaaa, nos perdimos!, ¿me copias, me copias...? Pato rojo a pato azul, se nos perdió el tío Juan, ¡tío Juan contesta, aló, aló…, qué buena vaina! ¡Este pote se quedó sin baterías!

Da igual, es un desastre. Cuando llegas, el tío Juan lleva dos horas sentado echándose un palo de güisqui y encima te dice:

-¿Dónde coño se metieron ustedes?... ¡qué bolas tienen!

Lo único que esta bien organizado en las bodas es el reparto de los idiotas: ponen uno en cada mesa. Pero el resto es un descontrol: están entrando con la torta y a tu mesa aun no han llevado las bolitas de carne y los tequeños.

¿Y que me dicen del vídeo? Se acerca el de la cámara y todo el mundo se cree que esta en Sábado Sensacional: el idiota se pone una servilleta en la cabeza, el tío Juan canta la “Jota Margariteña” de siempre y una de las tías llora:

-Hijos míos, que se quieran mucho y se respeten siempre...

¡Hombre, por favor! ¿Esto es lo que pasa el día más feliz de tu vida?

¡Es todo muy fuerte! Porque después llegan las mujeres con almendras acarameladas envueltas en un trozo de tul y paquetes de cigarrillos gritando:

-Fúmate uno mujer, que estamos de boda.

Y de pronto te encuentras a tu mujer echando humo por la nariz como si fuera una vieja locomotora.

A nosotros, en cuanto nos descuidamos, nos colocan un habano.

Yo, a la tercera calada, empiezo a ponerme blanco y lo tiro.

Pero allí están los vigilantes de habanos, tan atentos ellos:

-¿Ya te fumaste el habano? ¡Dale otro al chamo y un palo de güisqui, pa' que se haga un hombre!

Un hombre, un hombre... ¡hombre, no me jodas!

¡Y el baile! Eso es lo mas fuerte. Lo peor es cuando el tío de la novia, ya dando señales de estar medio borracho y sin esperar la “hora loca”, la saca a bailar un pasodoble. El tío va todo sudado con la camisa pegada al cuerpo, le planta la barbilla en el hombro, le sube el vestido medio metro y canturrea mordiendo el tabaco:

-“La ‘ente ‘anta con ardor ‘e ‘iva Es’aña, nana na nana nana náaa, y Es’aña es la mejor, tara ran tan taran tara rá, ¡y olé!”

Lo que menos entiendo es por que los novios pasan de mesa en mesa preguntando: -¿Que tal? ¿Han comido bien?

A tí te dan ganas de decirles:

-Pues no, la comida era una mierda, y no he dejado de soltar crema entre la corbata, la camisa y el paltó... ¡Y encima me han puesto al lado del bafle!

Pero no, les dices que todo ha estado delicioso…, sencillamente perfecto. Y así, con una mentira, los novios comienzan su vida de casados. Claro que no será la única mentira en la vida de esos infelices.

En fin, ¡que vivan los novios, pero a mí que no me inviten a más bodas!”

viernes, 3 de septiembre de 2010

En una cola

Las playas fueron cerradas por el coñazo de agua que cayó a medianoche en los alrededores. Varios puentes se cayeros. Ibamos llegando a Maracay cuando empezó a granizar. Estuvimos 4 horas en cola, esperando que ocurriera algo. Un tsunami, no sé. Por suerte llevábamos buena música. Y algunos cigarrillos. Y comida. Acababamos de salir de El Bohio, la estación de servicio más original de la zona: con mc donald, burger King, pizza hot, tiendas de chucherías, ventas de trajes de baño y muchas cosas más.

Yo me había quedado en el auto, mientras el grupo hacía cola en los baños. La gocha de Carol amaba tanto su cabello que se bajo del carro con champú y tolla en mano. David revisó las yantas, el motor, y el techo del carro. Luego desapareció y regresó con un par de cervezas bien frías. Yo leía Tokio Ya No Nos Quiere de Ray Loriga. Un libro de viajes. Debería tomarme un viajecito así. Todo pago y sin preocupaciones. Vendiendo droga, pero está bien, es legal, ya se encontró la cura del sida y del cáncer. Bueno, menos mal que Carol y Gaby se habían ido del carro. No soporto escuchar Lady Gaga ni Britney Spear. Saqué mi MP3 y lo inserté en la radio. Sí Sí Sí, yo quiero estar sedado. The Ramones. Punk del viejo. Tengo rock variado, desde punk hasta grindcore. Me bebí la cerveza, mientras David buscaba conversación a cualquier vecino temporal.

Al rato salió Gaby con una hamburguesita y Carol con el cabello lavado y la toalla de bufanda, oliendo una a comida deliciosa y otra a frutas. Entraron y pusieron mala cara por la música. Yo me había cambiado al asiento del copiloto. Tamborileaba con las manos mis rodillas al ritmo de la música. David puso en marcha el carro, subió el volumen de la música y cantamos a todo pulmón. Hasta que nos topamos con la cola. Hasta que empezó a caer el granizo y las mujeres se pusieron a chillar. Hasta que, luego de un año de abstinencia, me fume un cigarrillo, pensando en el instante en que cayera un meteorito y elevara una ola de 5000 metros y nos arrasara a todos. La pura idea me asustó tanto que salí del carro y empecé ¡Viene la ola! Creando un pánico colectivo. Gente corriendo de aquí para allá gritando ¡La ola! Y luego el momento de vergüenza, cuando David me metió al carro y me dijo que disimulara que no ocurría nada. Le dijo a la gente que yo estaba loquito. Y luego nos reímos mucho cuando bebimos aquella noche. Pero, aun, 10 años después, me sonrojo de la pena cada vez que lo recuerdo.