viernes, 30 de julio de 2010

¡VAMOS A ACABAR!


Héctor Estrada Parada
Venezolano

Voy a dejar a mi novia. Y me va a costar, ¡uf, cuánto! porque es bonita, inteligente, cariñosa, divertida, atenta, detallista, considerada, ardiente, complaciente..., celosa, sí, ¡me cela! y me dice que ella es sólo una aventura para mí (¡qué bolas!). Me dirán: ¡bueno! ¿y entonces?
Pero es que tiene dos defectos que no puedo soportar: es muy joven y está buenísima.
Con ella me pasa como con los relojes. Yo prefiero tener uno de los que te dan a cambio de un cupón de All Bran de Kellogg’s, que un Rolex de oro. Sí, porque con el de All Bran la gente puede pensar que estoy estreñido, pero con el Rolex lo que ando es cagao. Estoy todo el día: “¿Y si me lo roban? ¿Y si me lo joden?”. Pues lo mismo me pasa con mi novia: “¿Y si me la roban...? ¿Y si me la joden?”
Todo empezó una tarde que estaba en la cola del cine en el Sambil, porque me dio la puñetera gana de ir a ver una película en la primera función y solo (después de todo no tengo mucho para escoger). De repente la vi a menos de dos metros de distancia y pensé: “¡Verga, parece mentira que esa muñeca y yo seamos de la misma especie! ¡Pero si a su lado yo parezco la rana René, pero viejo!”. Y la tipa me mira y me sonríe. Yo hecho el loco miré a los lados para ver con cual “papacito” era la vaina. Siguió la charla con las amigas, hermanas o primas… whatever. Al rato me mira otra vez y me guiña un ojo sin dejar de sonreír. Yo pensé: “¡Qué lástima, con lo buena que está y tiene un tic!”. Pero no, al avanzar la cola y encontrarnos casi de frente, se me acercó con los dos ojos bien abiertos y me dijo:
- Hola, ¿estás solo?
Y yo:
- Bueno, la verdad... solo, solo, lo que se dice solo... sí.
- ¿Nos tomamos algo en la terraza después de la película?, perdona mi atrevimiento pero es que una de mis amigas --dijo girando la cabeza y moviendo pomposamente la hermosa cabellera negra--, que estudia en la ‘U.L.A.’ me dijo que eres escritor y profesor y cantante y pintor… y qué sé cuántas cosas más.
- ¡Qué extraño! --le dije--, porque ninguna de esas niñas me parece conocida…
- Ah claro, es que a quien ayudaste en varias ocasiones, es a una de sus hermanas, quien ya se graduó y por cierto, habla maravillas de ti cada vez que nos reunimos, y… bueno, sentí curiosidad.
- Comprendo, los E.T., los carros antiguos y yo inspiramos eso… curiosidad.
- Entonces… ¿qué me dices, al terminar la película… aquí mismo?
Y ahí me dije: “Ah, bueno... Ya lo entiendo, en el estacionamiento había una unidad móvil de TRT (la vi al llegar), saldremos a la terraza, habrá una cámara oculta y de detrás de un ficus, saldrá el loco Orlando... ‘¡Inocente, inocente...!’ y me la cambiarán por un enorme oso de peluche”. Pero no, al terminar la película nos pusimos a ‘echar un párrafo’, nos caímos bien y cuando nos despedimos me dio un besito en la mejilla (el cual según ‘el otro yo del doctor Merengue’ fue tierno y delicioso) y dijo con entusiasmo:
- ¿Entonces me llamas mañana y vamos a comernos un helado cerca de la universidad al final de la tarde, y así continuamos la apasionante conversación de esta noche?
- Psssé... --dije como apendejeado, no estaba seguro de lo que estaba ocurriendo.
De paso, me sentía más incómodo que un bailarín con chapaletas. Una de mis hijas (quien tendrá más o menos la edad de… la llamaremos ‘Mariela’, estudia en la universidad por las mañanas y trabaja en las tardes en la única heladería que está cerca de la U.L.A.
“Un helado te lo comerás tú, porque yo me voy a tomar un tranquilizante junto con mi Glucosamina con ‘choroitín’. Al día siguiente, cuando me levanté y me miré al espejo, me preguntaba: “¿Qué habrá visto en mí que yo no veo? A lo mejor soy un verdadero intelectual y no me he enterado. A lo mejor soy hijo de ‘El Puma’... o me le parezco a un tío muy querido y ausente. ¿Intentará cobrarme alguna vaina que hice en el pasado… eso que llaman karma?”.
El día transcurrió con absoluta normalidad (léase como habitual, aburrido): dicté mis cuatro horas de clases en el ‘Aplicación’, me tomé un café en la panadería echándole vaina al portugués; pasé los consabidos cinco mensajes a cada uno de mis hijos, deseándoles feliz día y dándoles la bendición. Y me preparaba para pasar la tarde corrigiendo y estructurando algunos trabajos de investigación para estudiantes de la ‘Católica’ y de la ‘U.L.A.’… “¡Coño la ‘U.L.A.’!, esta tarde la cita con Mariela”. No entendía por qué me sentí tan conturbado, han sido tantas las veces que me he reunido con jóvenes de ambos sexos, o mejor dicho de diferentes sexos (sí porque de ambos sexos son hermafroditas) e incluso, sólo con preciosas damitas sin que mi equilibrio emocional se viera afectado. Soy un hombre muy sensual ciertamente, pero centrado y sin problemas de ubicación en cualquier sentido. El caso es que estaba como aprensivo ante la inminente reunión con la carajita.
La cuestión es que nos hicimos novios. Al principio me daba coba: “Pa’ mis cojones, Vitico... Si tú de cerca pintas mucho, lo que pasa es que nunca se te habían acercado... y la labia y la chispa”. Pero enseguida te das cuenta de que la cosa no es tan encantadora:
De entrada, tus amigos de siempre se convierten en “amigos-pívot”. Sí, sí, están esperando un fallo tuyo para coger el rebote... y encestar ellos. También te das cuenta de que no puedes salir a la calle con ella en rol de novio, porque pasas por un adefesio, y es como si hubieran apretado un botón:
- ¿Qué pasa, abuelo? ¿Dónde dejaste al resto de las nietas que sólo vas con una? ¡Mucho trapo pa’ tan poca lavadora!
Y aquí ya no aguantas más, se te sube la sangre a la cabeza, se te hincha la vena, te arrechas y... te pones a llorar de la arrechera. ¡Claro!, ¿qué vas a hacer? ¿Enfrentarte con quince tipos que están hartos de romper tablas y hacen jogging, aikido y tienen en algunos casos cuarenta años menos que tú? Porque tampoco puedes razonar con ellos: “Hagan el favor de respetar, que esta mujer tiene pareja y a lo mejor anda por aquí cerca…” Es que no puedo ni ir a la piscina con ella. Porque cuando vamos paseando por la orilla, agarrados de la cintura me siento casi con la obligación de decirle a todo el mundo que es mi sobrina, mi ahijada, que nos queremos mucho, que hace tiempo no nos veíamos, para no hacer el papelón de viejo verde con novia jovencita. Y pensar que al principio yo creía que la relación no tenía futuro, pero que sí mucho presente. ¡Qué va! Tenemos entre los dos: pasado, presente y futuro, pero yo, los dos primeros a duras penas y la chama los dos últimos por todo el cañón.
Pero lo peor es cuando salimos de ‘rumba’. Muuuy de vez en cuando y es agotador, porque se tira toda la noche bailando y claro, yo con ella. No voy a dejarla allí sola, porque están todos los tiburones alrededor: “Tan tan tan tan tan... pararí pararíiii”. Así que sigo bailando. Y de pronto, empiezan a entrar unas ganas terribles de orinar. Y pienso: “¿A esta caraja no se le acaban nunca las pilas?”. Pero nada, es como el conejito de Duracell. Y hay que aguantarse, porque miro al resto de los tipos y... dura y dura y dura... Porque cuando mi novia entra en una discoteca, es como cuando el Presidente del Tribunal Supremo de Justicia entra en la Sala Plena: todos los miembros se ponen firmes.
Por todo esto yo me pregunto: ¿me compensa realmente estar con esta chica como pareja? Y ustedes dirán: “Hombre... está el sexo”. Pues tampoco. Sepan ustedes que salir con una tipa así de buena, arruina tu vida sexual. Porque yo, antes de conocerla, aguantaba los diez minutos de rigor en la postura del misionero. Pero ahora, en cuanto ella se quita la primera prenda, ni misionero ni un toche, a mí sólo me da tiempo a decir ‘amén’. Ella dice y sostiene que nada de lo anterior importa, que me ama tal como soy y por lo que soy. Certifica que disfruta de cada minuto conmigo, aunque sea conversando o compartiendo una lectura, buena música o una caminata en una noche fresca. Cree entender a cabalidad que nadie tiene la culpa de habernos conocido ‘extemporáneamente’. A lo que yo le aclaro: “Sí, por supuesto, si nos hubiéramos conocido cuando yo tenía ‘apenas’ cuarenta años, hubiera tenido que cortejarte en el preescolar”
Y por todo esto estaba a punto de dejarla. Pero pensándolo bien, es tan bonita, inteligente, cariñosa, divertida, atenta, detallista, considerada, ardiente, complaciente..., celosa, sí, ¡me cela! lo único malo es que es muy joven y está buenísima...

Pero oye, ¡un defecto lo tiene cualquiera…!

1 comentario:

  1. jajaja!!! buenísimo, como todo lo demás. Espero con gusto mas publicaciones.

    ResponderEliminar