martes, 25 de mayo de 2010

PERDEDORES (fragmento)


Mi nombre es Heriberto Estévez, tengo como cincuenta años y soy cero caries, bueno, me faltan un par de molares y tengo un canino implantado, pero de resto, lo soy. En este momento estoy sentado en una de las fuentes de sodas del Aeropuerto Internacional “Simón Bolívar”, paladeando un delicioso capuccino y esperando a Jalimar mi mujer, que fue a empolvarse la nariz, --se está retocando el maquillaje, nada de “perico”-- mientras nos avisan por los altavoces, el momento de abordar el avión que nos llevará a Atlanta para participar en un simposio sobre bienes raíces, actividad que combino exitosamente con la importación de insumos para la industria, además de poseer algunas acciones que representan el quince por ciento de una empresa vitivinícola --sí, leyó bien--, en el estado Lara. Este viaje será simultáneamente, algo así como nuestra luna de miel oficial ya que tenemos dos años de casados y no hemos realizado el tradicional viaje de novios; aunque debo aclarar que nuestra relación es tan armoniosa, que parece una feliz y permanente noche de bodas, claro está, porque así nos lo hemos propuesto ambos. Pero empecemos por el principio como debe ser…

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1962 LIFE en español

Crisis de los misiles de Cuba

Tiene lugar una de las principales crisis de la Guerra fría, en la que las dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, se enfrentan diplomáticamente a raíz de la instalación de misiles rusos en Cuba. El principal dirigente soviético, Nikita Kruschev, había prometido ya en 1960 ayuda al recién creado gobierno revolucionario cubano de Fidel Castro. En agosto de 1962, aviones espía estadounidenses fotografían los trabajos de construcción soviética y dos meses después descubren la existencia de misiles balísticos. El 22 de octubre de ese año, el presidente John F. Kennedy anuncia su intención de bloquear por mar a la isla caribeña y exige a la URSS que desmantele el arsenal. Pronto da comienzo el diálogo diplomático entre Kruschev y Kennedy, en medio de una seria posibilidad de guerra nuclear. Kruschev acepta el 28 de octubre retirar el emplazamiento de los misiles y Kennedy levanta el bloqueo sobre Cuba. La crisis terminará pocos días después con la verificación de lo acordado.
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Crecí en la popular barriada de El Cementerio en Caracas, en la época en que nuestra democracia todavía no tenía vello púbico y el país se sacudía entre guerrillas, "salsa” y Beatles. El mundo clavaba su mirada --al menos el mundo cristiano-- en el recién inaugurado Concilio Vaticano II, considerado símbolo de la apertura eclesiástica a la edad contemporánea. Por esos días, los de mi adolescencia aún en blanco y negro, se conservaban sanas tradiciones como la de los juegos y juguetes de temporada: metras, papagayos o cometas, trompos y otras tantas de vigencia permanente, como el juego de béisbol corriendo dos bases y bateando con la mano una pelotica de goma de las que por muchos años costaron un real (Bs. 0,50). En cada barrio de Caracas, nos agrupábamos en pandillas los niños y zagaletones de más o menos la misma edad, después del mediodía --por las mañanas íbamos a la escuela--, para jugar hasta desfallecer o hasta que nuestras madres quedaban roncas de tanto llamarnos.
Pocas semanas habían transcurrido desde el inicio de clases en mi primer año de bachillerato cuando una noticia, a pesar de mi corta edad, estremeció cada fibra de mi ser, sumiéndome todo el día en un solo “¡no puede ser!, ¡parece mentira!”:
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22/11/63 Dallas, Texas
¡ASESINADO EL PRESIDENTE KENNEDY!
Acusan a Lee Harvey Oswald
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Era un tipo carismático, progresista, con una esposa emblemática --quien, aparte de ser joven y bella, se había dirigido al pueblo venezolano en español, lo cual me pareció particularmente respetuoso--; los venezolanos, por su religión, se identificaron con él por ser el primer, y hasta ahora el único, presidente estadounidense católico, pero lo que más me llamaba la atención de John F., era que rompía con el estereotipo del mandatario por su juventud y apostura --todos los gobernantes de cualquier nación, hasta el momento, debían ser: viejos, feos y calvos--. Además, respecto a Latinoamérica, Kennedy propugnó la necesidad de apoyar su desarrollo económico y democrático, en un contexto regional. Justo ese día, el “bachaco” Rogelio Sosa estaría esperándome a la salida de clases para --según él-- partirme la cara, porque su novia le había “cortado las patas”, dizque por mi culpa. Todo ello me impedía concentrarme en las clases adecuadamente, incluido el apendejecimiento que producía en mí, la mirada más tierna de la que haya sido yo objeto hasta entonces --la muchachita nueva que provenía del liceo “Pedro Emilio Coll” de Coche--. ¡Araceli!, caramba, me costó realizar un esfuerzo de memoria para recordar su nombre, y con lo bonitica que era: Piel blanquísima, suave y tersa, --¡claro que se la acaricié!-- ojos azules como un par de metras nuevas, labios rosados, carnosos y sensuales aún a los doce años, y todo eso enmarcado por una lacia y abundante cabellera de varias tonalidades, con predominancia del castaño.
Nos encontrábamos una tarde calurosa a la sazón mi pana Ángel --de lo que sólo tenía el nombre-- y yo, pasando el rato escuchando “Alegría y muchachada” en un radiecito de pilas “RAY-O-VAC”, cuando nos distrajo una voz imponente y varonil que provenía desde un automóvil, a pocos metros de distancia, cuyo dueño después de todo, no era tan imponente, al menos por su estatura física...

--¡Epa!, carajito, ¿Por dónde se sale a la autopista Valle-Coche?
--Por ahí pa’bajo, --le indicó mi compinche-- siga derechito tres cuadras y después a la izquierda una cuadra más, al llegar a la carnicería coge la subidita, esa es la rampla para la autopista.
--Gracias chamo, mira, ese papagayo tiene la cola muy corta, ponle más para que veas. ¡Ah!, y no se dice rampla, se dice R-A-M-P-A.
--¡Gracias señor!

El hermoso y reluciente Thunderbird blanco del año siguiente, arrancó dejándonos boquiabiertos a los dos rapaces y tratando de elevar sendas cometas...

--¡Cónfiro!, ¿viste tremenda nave? --dije después de un silbido.
--¡Claro!, --respondió Ángel-- ¿y cómo no?, quién fuera monstruo pa’ tené una nave así.
--Deja de estar poniéndole sobrenombres a la gente sin conocerla vale, ese señor se ve muy decente para que lo estés llamando monstruo.
--No seas pendejo chico, ese es Gustavo Ávila el jockey, “El Monstruo” Gustavo Ávila. ¿A ti no te gustan los caballos?
--¡No joda!, ni que yo fuera yegua.
--A pues señor, --me regañó con impaciencia-- los caballos, los caballos de carrera, el hipódromo.
--¡Ah!, ese monstruo, el que corre en la “La Rinconada” y gana billetes como arroz partío...

4 comentarios:

  1. Buenísimo!!!!Esos breake de noticias están muy geniales con la historia. Sería fino leerlo completo.

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  2. Muy buenas anécdotas que podrían servir para configurar un cuento o estractos de novela...

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  3. Ya es una novela.
    Manuel, hazme llegar tu e-mail y te enviaré el borrador.

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  4. Diego hazme llegar tu e-mail para enviarte el borrador.

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