sábado, 24 de marzo de 2012

Amor Impaciente



La mujer tiró la colilla manchada de rojo; ésta fue a hacerle compañía a, por lo menos, una docena de ellas. Sí, hacía ya trece cigarrillos que esperaba. No menos de veinte veces había mirado el reloj, la mayoría sin ver la hora, sólo por hacer algo con las manos y su impaciencia. Abrió el bolso para sacar la cajetilla y el encendedor, cuando la imagen del Cadillac azul le interrumpió la acción. “¡Al fin, m’hijito!”, dijo sin palabras pero con todo lo que tenía de gestual.
Muy caballeroso, el amante detuvo el automóvil, se bajó y dio la vuelta por delante para abrirle, presuroso, la portezuela. Finalmente no recibió ninguna muestra de gratitud, más bien una mueca de desagrado. Mal comienzo para una tarde de idilio clandestino. Como de costumbre, para no despertar sospechas, nada de besos ni amapuches en público. Arrancó sin que ninguno mirara al otro. Directo al nidito de amor, allá por la Panamericana.
--Tardó mucho en soltarte hoy la bruja. –dijo ella.
--No la llames así, sabes que no me gusta. –reprochó él.
--Tú llamas a mi marido “el vejete” y yo no me quejo.
--Porque es verdad, es un vejete y además…
--¡Ya por favor! –le interrumpió bruscamente--, me sé de memoria todo lo que viene, el color del viejo, porque me conquistó siendo yo, apenas una adolescente, que mis padres me vendieron porque estábamos arruinados y “el vejete” me compró, etc., etc.
--Yo también tengo dinero y no ando buscando jovencitas…
--¡Tú no tienes un carajo! A ti también te compraron porque el padre del adefesio ese, es el presidente del banco donde trabajas y te la impusieron a cambio del puesto que tienes ahora. Era la única manera de que alguien se casara con “eso”.
--¿Te das cuenta de lo que nos pasa, o mejor dicho, de lo que hacemos? Se supone que nos vemos dos o tres veces por semana para hacer el amor, y mira en lo que caemos.
--Nosotros no hacemos el amor. Nosotros nada más copulamos. –dijo ella con amargura y sarcasmo.
--Lo haces parecer sórdido.
--Y tú, ridículo. ¡Amor!, no me jodas.
--Pues no, parece que hoy no te jodo. –y rió provocando la ira de la tipa.
--¡Estúpido!, no me ofendas tratándome como a una perdida.. –dijo ella soltándole un bofetón.
El hombre hizo un rápido movimiento de cabeza tratando de esquivarlo, sin mucho éxito.
--Una perdida no, nada más un poco extraviada.
La burla terminó de enfurecer a la mujer, quien se le fue encima para arañarle el rostro, sin importarle que él fuera al volante y en una ruta peligrosa.

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--¿Qué fue lo que pasó ahí, chamo?
--No sé muy bien, dicen que el camión venía bajando sin frenos, cuan el Cadillac se le atravesó en la vía y se lo llevó en los cachos hasta el borde del precipicio. Son como trescientos metros por ahí pa’ bajo.
FIN.

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